Mientras la industria petrolera observa con desazón
cómo Vaca Muerta va perdiendo su empuje inicial debido a la caída del valor del
crudo, en el norte de la misma provincia de Neuquén, otro producto podría
revolucionar la economía de la región.
Las fibras neuquinas de cabras -con bien ganado
sello de origen- son cada vez más apetecidas por los centros internacionales de
la moda. Su calidad y pureza llamaron la atención del diseñador argentino
Martín Churba quien organizó el año pasado una muestra exclusiva a partir de
este producto. Churba, con negocios en Tokio y Dubai, entre otros paraísos de
lo oneroso, solo tiene palabras de elogio para con la fibra recogida por los
humildes crianceros del sur. “Es una fibra de lujo nacional, es la primera vez
que me pasa en mi carrera de poder ofrecerle a los argentinos y al mundo una
fibra sofisticada hecha en Argentina”, dice el empresario.
En Chos Malal, en el apartado norte de Neuquén, se
encuentra funcionando una planta de procesamiento de fibras para su conversión
en el preciado hilo (con el uso de maquinas Mini Mills), que luego se utiliza
en el diseño de ropas de alto valor comercial. El establecimiento recibe el
pelo animal que recogen los crianceros de sus manadas. Hay otra en Zapala, pero
el INTA proyecta instalar una más probablemente en una localidad del desierto
de Río Negro en plena Meseta de Somuncurá.
Según cifras que barajan especialistas del INTA y
del Centro PyME-Adeneu y la subsecretaría de Producción de Neuquén, solo el
área de Chos Malal, con una población de 500 mil chivas y 100 mil ovejas, está
en condiciones de producir 500 mil kilos de fibras de alta calidad. Un número
muy superior a los alrededor de 10 mil kilos que se producen hoy. Una vez
transformada la fibra en hilo para la industria, su comercialización
representaría un negocio de más de 600 millones de pesos anuales en una región
apartada y de difícil acceso. En la actualidad la fibra mueve allí apenas 12
millones de pesos por temporada.
Durante siglos los crianceros de Chos Malal han
vivido de la venta de la carne de chivo y oveja soportando las duras
condiciones que las impone la naturaleza. Se estima que unas 2000 familias
viven directamente de la actividad y llevan una vida trashumante. Un animal
llega a venderse a 1000 pesos en el mercado local. Pero el kilo de fibra
cashmere y mohair, los tipos más preciados por la industria textil y producido
a partir de las razas Criolla Neuquina y Angora, respectivamente, alcanza los
315 pesos peinado. El kilo de hilo, a su vez, llega a los 1200 pesos.
Sin embargo, un poncho o un sweater hecho con estas
fibras puede costar en Europa 8000 pesos, explican los diseñadores.
“La idea siempre fue atar toda la cadena, que el
productor aproveche la lana, que esta sea procesada y que finalmente un
artesano genere sus propios diseños”, le explica a Clarín Diego Sacchero,
director del Laboratorio de Fibras Textiles del INTA Bariloche. El cambio
cultural no es sencillo. Así como las cabras son producto de una privilegiada
combinación genética, sobre la que convergen condiciones climáticas y
alimenticias excepcionales, también los crianceros son dueños de una fuerte
tradición donde la obtención de fibra no representa una de sus metas
cotidianas.
En el país la producción de fibras caprinas se
concentra en Patagonia, sur de Mendoza y oeste de La Pampa. La producción de
mohair ronda las 900 toneladas anuales.
PUBLICADO EL 09/08/16
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