LA HISTORIA DE SANTIAGO LANGE, EL HOMBRE QUE SUPERÓ AL CÁNCER Y VIVE EN UN BARCO

Cuando se separó, se instaló en un barco. Sobrevivió al cáncer de pulmón. Y en su sexto Juego, alcanzó el oro.

Vivir en el agua. Esa frase puede resultar inverosímil para cualquier hombre pero Santiago Lange no es un hombre cualquiera. Esa frase es la más cercana a la descripción de la carrera deportiva de un personaje singular. “Me separé de mi esposa y viví en un barco. No tenía un mango, un amigo me prestó un barco y terminé viviendo cuatro años ahí..”, contó alguna vez este hombre que en su sexta participación en un Juego Olímpico, récord para la misión de Río de Janeiro 2016, ganó su tercera medalla.

Claro que con dos bronces en su poder, a él sólo lo obsesionaba el metal más preciado. Y al ansiado oro llegó este martes Lange en la clase Nacra 17 junto a la rosarina Cecilia Carranza Saroli, el talento que eligió el gran velista argentino para su nueva aventura olímpica.

Son Juegos muy especiales éstos para Lange. Porque por primera vez los comparte con sus hijos Yago y Klaus. “Estos Juegos son muy emocionantes para mí. Nunca lloré tanto como la ceremonia inaugural que compartí con ellos”, explicó quien sólo recibe admiraciones y respetos en cada paso que da por la Marina da Gloria, el escenario que fue el de la concreción de un viejo sueño.

Es que Lange y Carranza Saroli llegaron a la Medal Race (la última regata del yachting, en la que se puntúa doble) en el primer lugar y con un sexto puesto en la cancha de Pan de Azúcar el yachting argentino consiguió la primera medalla de oro de su rica historia.

Lo interesante de esta historia es que casi todos pusieron en duda la participación de Lange en las aguas de la bahía de Guanabara cuando el año pasado un cáncer le quitó un pulmón pero no pudo contra su inmensa pasión de navegante y sus inconmensurables ganas de vivir. “Fue tremendo. Yo lo llevé al hospital en Barcelona cuando se descompuso. Jamás pensé que podría recuperarse y acá estamos, listos para navegar”, había contado Carranza Saroli en la previa de los Juegos.

Aquellos de 2015 fueron días complicados para la dupla subcampeona del mundo del año anterior porque todas fueron incógnitas al principio. Sin embargo, mucho antes de lo imaginado, Lange estaba otra vez en su mundo, entre barcos, mástiles y velas, trabajando sobre ese proyecto del Nacra 17 que lo fascinó de entrada.

“Lo que veo en él es el ejemplo de que cuando alguien tiene una pasión, esa pasión la podés hacer todo el día. Nosotros somos los primeros en ir al agua para entrenar y eso es porque él siempre quiere mejorar. Me encanta navegar con Santi porque aprendo mucho todos los días”, contó Carranza Saroli a quien le temblaron las piernas cuando escuchó la propuesta de Lange de poner proa rumbo a Río de Janeiro 2016 con una nueva clase.

Entonces, ella dejó definitivamente la Laser radial con la que había salido 12° y 21° en Beijing 2008 y Londres 2012, respectivamente. “Era una oportunidad que no podía dejar pasar...”, dijo más de una vez.

Ayer el día fue clave para el descanso. Para recuperar fuerzas. Para rearmarse definitivamente antes de salir por el premio mayor. Para pensar en una estrategia que no podía ser conservadora porque los dos sabían que los iban a atacar sin piedad desde el comienzo.

Este martes Lange, luego de la regata, pudo cumplir su gran ilusión y llegó al oro olímpico. La otra, la de vivir en el agua, la cumple desde hace rato.

PUBLICADO EL 17/08/16
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