Santiago Pinetta reveló un resonante contrato entre
IBM y Banco Nación en los '90 pero ahora se lo encontró mendigando en el subte
porteño.
A punto de cumplir 84 años, el periodista Santiago
Pinetta vive pidiendo limosna en el subte de Buenos Aires. No es cualquier
mendigo, fue quien destapó en los 90 uno de los escándalos de corrupción más
resonantes durante el menemismo: el contrato informático IBM-Banco Nación.
Sin trabajo desde hace muchos años y con la
jubilación mínima, tiene que recurrir a la caridad de la gente en la estación
Carlos Gardel de la Línea B. Todas las tardes se acomoda en un banquito,
extiende la mano temblorosa y recibe la ayuda de los pasajeros que entran al
shopping Abasto.
"Tengo que hacer esto porque no tengo plata
para comer y comprar los remedios", se resigna este hombre que supo estar
en el centro de la escena política pero ahora luce anciano, flaco, de pelo y
barba blanca, anteojos de grueso aumento y voz débil.
Tiene doble operación de by pass coronario,
cataratas en la vista y artrosis en sus rodillas. Estos achaques en la salud
contrastan con su lucidez mental, principal aptitud que le permite mostrar su
cultura y formación.
Trabajó desde 1945 en los diarios La Nación, El
Mundo, Clarín y las revistas Primera Plana y El Informador Público. Lector
empedernido, también escribió ficción y poesía. Pero sin dudas que la
investigación periodística, consumada con el libro La Nación robada, le trajo
muchos problemas.
Sufrió cuatro atentados mafiosos, entre ellos
fracturas, rotura de dientes, heridas cortantes en el torax y el abdomen. Le
tatuaron en el pecho la sigla IBM con una navaja. Todo esto igual no permitió
frenar la causa judicial, que terminó esclareciéndose con arrepentidos que
confesaron haber cobrado coimas por 37 millones de dólares.
En el ocaso de su vida, este periodista valiente pasa
sus días pidiendo limosna en un pasillo subterráneo. Incluso rechazó la ayuda
de las autoridades locales, que a través del programa de Protección e Inclusión
de la Tercera Edad, que conduce Claudio Romero, le acercó una propuesta de
contención.
"Hace exactamente un año lo vimos pidiendo
limosna e hicimos varios intentos para que ingresara a nuestro programa, pero
él solo quería trabajar de lo suyo, ni siquiera aceptó dar talleres
literarios", contó la funcionaria Mariana Bauni, directora de Protección e
Inclusión.
La situación no es sencilla: Pinetta está en plenas
facultades mentales y la ley le impide al Estado forzarlo a incluirse en un
programa local, del que se niega a participar "por dignidad".
La historia de este periodista es una de esas cosas
que duelen de una Argentina que no logra cicatrizar injusticias semejantes.
PUBLICADO EL
10-03-2017
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