Sigue con internación ambulatoria, antibióticos y
vitaminas. Lo adoptó una familia. Hace casi un mes le explotó un petardo en el
hocico.
Tiger es un perro viejo, seguro algún mendocino lo
vio caminando por las calles del Centro buscando caricias de un transeúnte u
olfateando entre las acequias alguna sobra para sortear el hombre al que están
acostumbrados los perros callejeros.
Su refugio eran los voluntarios de los “Perros de
la Plaza Independencia”, un grupo de jóvenes que se organizaron para alimentar
y asistir a los canes que vagabundean por la Ciudad.
Su vida cambió drásticamente el 16 de marzo cuando
durante una manifestación de empleados municipales un petardo le explotó en el
hocico. El accidente fue muy grave, el can tenía lastimados todos los tejidos
blandos (boca, lengua y labios), el paladar y fracturada la mandíbula.
Una mujer que trabaja en la Fiscalía de Estado
presenció el hecho e inmediatamente tomó al perro, lo cargó en su vehículo
particular y lo llevó a la veterinaria Arrayanes de Godoy Cruz. Tiger tenía un
collar azul con una chapa con su nombre y un teléfono, esa es la identificación
que usa el grupo de de los voluntarios para asistir a los canes en caso de
accidente, de esta forma los jóvenes proteccionistas se pusieron al frente de
la situación. Hicieron colectas y con la ayuda económica de todas partes del
país pagaron la cirugía, los días de internación y el tratamiento de Tiger.
Una vez internado, los veterinarios le controlaron
las hemorragias y los signos vitales. Por la gravedad de las heridas desde ese
momento el perro dejó de comer. A los días, cuando estuvo estabilizado
decidieron operarlo. La cirugía duró casi cinco horas y fue exitosa pero los
profesionales sabían que el posoperatorio iba a ser difícil.
Pasaban los días y Tiger abría los ojos ante las
voces familiares, mostraba señales de mejoría y hasta daba algunos pasos por el
patio de Arrayanes pero no comía por sus propios medios. Seguía alimentándose
por sonda y después por jeringa. Recién a los 20 días empezó a comer solo y a
partir de ahí empezó a recuperarse, ganar peso y reanudar la vida normal.
Finalmente, el martes los veterinarios decidieron
que siguiera el tratamiento en forma ambulatoria. Actualmente, el can está con
antibióticos y vitaminas.
Y la historia que parece un cuento de terror,
terminó en buen puerto: una familia adoptó a Tiger. Ellos se encargarán de
cuidar su dieta que por ahora tiene que ser nutritiva y blanda y de llevarlo al
veterinario cada 48 horas hasta que le den el alta definitiva.
PUBLICADO EL
14-04-2017
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