
Para los más grandes ‘parece que fue ayer’ y al
mismo tiempo para los hoy jóvenes, es ya un viejo capítulo de la historia. En aquel
momento, las palmas de Raúl Alfonsín , apretadas en alto una contra la otra, se
eternizaron como el símbolo del regreso de la democracia.
A los 76 años, el hombre elegido por los argentinos
en 1983 para conducir la vuelta al estado de derecho, recuerda aquellos
primeros pasos.
Pasos difíciles, críticos, tensos, como aseverara
varias veces durante este reportaje del diario ‘La Nación’ el ex presidente
Alfonsín en Río de Janeiro en uno de los dos días de descanso que se tomó entre
conferencias dictadas en Brasilia y su llegada a San Pablo. Fue el el 26 de
octubre de 2003
LN -Cuando recibió la banda presidencial, ¿qué
sintió al verse como protagonista del regreso a la democracia?
RA -Fue una gran emoción. Alguien me preguntó en
aquel momento si yo estaba alegre. Y no, no era alegría exactamente, sino un
sentimiento de gran responsabilidad. Una enorme responsabilidad. Recuerdo, sí,
que estaba muy emocionado.
LN -¿Cómo fue la negociación política hasta llegar
a su victoria?
RA -Nosotros fuimos la única transición, en la
Argentina, que no habló con los dictadores para llegar al gobierno. Tancredo
Neves lo tuvo que hacer en Brasil, en Uruguay lo mismo, en Chile tuvieron que
aceptar una constitución espantosa y que estuviera Pinochet al frente de las
fuerzas armadas. Pero yo no los critico, porque fue así como se recuperó la
democracia. Hay que ser más justos con los que están encargados de esa tarea
tremenda. La gente pide todo de entrada.
LN -Pero, ¿cómo fueron las negociaciones con los
militares después de siete años de dictadura?
RA -Bueno, no tuve negociaciones con ellos,
simplemente porque ellos no creían que yo pudiera ganar. Pero yo había señalado
lo de las tres responsabilidades: los que dieron las órdenes, los que se
excedieron en el cumplimiento y los que las cumplieron. Esa fue mi posición
pública durante toda la campaña.
LN -Después de un siglo de alternancia entre
democracia y autoritarismo, ¿no temió que su gobierno pudiera ser apenas un
paréntesis en esa rutina?
RA -No. Yo sabía que, como tenía que enfocar muchos
problemas, no iba a poder seguir la tesis de Juan Lins, un español profesor de
la Universidad de Yale que dice que quien está al frente de una transición debe
ocuparse apenas de eso y de nada más. Tenía que ocuparme de muchos problemas,
porque de lo contrario la sociedad iba a considerar, y yo también, que no se
podía edificar una democracia sobre la ausencia de ética. Entonces, tener que
enfrentar todos los problemas de los derechos humanos, como había prometido en
la campaña, era ya un problema serio. Además tuve problemas con la Iglesia, por
la ley de divorcio. Aunque no fueron exagerados, salvo en el caso de [monseñor
Emilio] Ognéñovich.
LN -¿Qué otras dificultades recuerda?
RA -Bueno, recuerdo a la CGT, que actuaba como
ariete del Partido Justicialista. Sin embargo, nunca perdí el diálogo con
ellos, a pesar de la cantidad de huelgas generales que me hacían. Fueron muchos
los momentos en que hubo problemas de aguda tensión, desde luego. Cuando envié,
contra mi gusto, la ley de obediencia debida, fue un momento duro para mí. Pero
estoy muy orgulloso de toda la política de derechos humanos que se realizó en
esos comienzos, porque no se ha realizado en ningún país de la Tierra. La ley
de obediencia debida fue necesaria para no poner en gravísimo riesgo las
instituciones de la Nación.
LN -¿Y los episodios violentos que marcaron
aquellos años?
RA -Sí, los motines. El de [Aldo] Rico primero en
Campo de Mayo, luego en Monte Caseros. Después Seineldín en Villa Martelli, con
otras características. Y por último los muchachos de La Tablada... El
Movimiento Todos por la Patria era casi un partido político, con propósitos
democráticos. Luego fue tomado por sectores violentos, que resolvieron realizar
un acto como ése. Muchos fueron llevados ingenuamente. Fue algo muy
desgraciado. Lo sentí muchísimo.
LN -Tampoco en el campo económico los primeros años
de la democracia fueron tranquilos...
RA -No, claro, el problema de la hiperinflación fue
grave. Los años 80 fueron gravísimos para toda América latina, debido a los
intereses de los Estados Unidos para cobrar los créditos tomados por los
gobiernos militares. Por otro lado, no solamente se fugaban los capitales que
habían venido, sino también los nuestros. Recuerdo los feriados bancarios que
tuve que decretar varias veces. Luego de las elecciones provinciales del 87
tuve problemas muy serios, con más de 300 episodios de violencia y tomas de
supermercados en todo el país. Hoy veo que todo fue muy programado por sectores
de derecha y carapintadas que levantaban unidades básicas. La izquierda entró
en los episodios, pero cuando vio de qué se trataba, se retiró. Recuerdo a [el
vicegobernador de Santa Fe, Antonio] Vanrell, que había militarizado el
peronismo de la zona de Rosario, al punto que sé que hasta el propio Carlos
Menem se indignó. Aquello fue tremendo, el sector oeste del Gran Buenos Aires
era un caos. En ese momento percibí que comenzaba a peligrar la democracia.
Todos me pedían la entrega del poder. Por eso hoy me fastidia tanto cuando
dicen que me escapé del poder.
LN -¿Cómo recuerda aquel momento?
RA -Me acuerdo de que el propio presidente Menem
dijo que el pueblo se podía cansar y que era necesario un gesto mío. La CGT
también reclamaba la entrega del poder, y todos los partidos que componían el
Frejupo me pedían que renunciara. Intenté llegar a un acuerdo para manejar la
economía en común, que ya estaba sin manejo. Ya nadie creía ni adentro ni
afuera en la gobernabilidad de mi gestión. Se podían poner las cosas de tal
forma que las instituciones corrieran peligro, entonces decidí entregar el
gobierno con anticipación.
LN -¿Cuál fue, entre los momentos críticos vividos
en el inicio de la democracia, el peor de todos?
RA -El que me golpeó más fue el primer levantamiento
de Rico. No lo esperaba. Me golpeó mucho. Después, otro momento fue cuando
perdimos las elecciones de 1987, cuando se puso todo muy difícil para gobernar.
LN -¿Cómo cree que lo recordará la historia?
RA -No sé, eso déjelo para que lo conteste la
historia. Pero nunca habrá nada de qué acusarme. Estoy con la conciencia
tranquila.
LN -Y usted mismo, ¿cómo se define?
RA -Como un hombre que tuvo sus convicciones, sus
ideales, y que fue leal a ellos. Nada más.
Un poco de Historia
Raúl Alfonsín triunfó en las elecciones
presidenciales del 30 de octubre de 1983 obteniendo el 51,7 % de los votos.
Asumió la presidencia el 10 de diciembre.
Fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente
por los Derechos Humanos en 1975 y apenas asumió la máxima autoridad de la
Nación –el 15 de diciembre- impulsó la creación de la Comisión Nacional sobre
la Desaparición de Personas (Conadep)
Aún cuando los militares conservaban una muy buena cuota
de poder y entre ellos se frotaban las manos diciendo que un gobierno radical
no iba a durar demasiado, Alfonsín promovió el juicio a las tres juntas
militares que dirigieron el país desde el 24 de marzo de 1976 hasta 1983.
PUBLICADO EL
24-03-2017
POR
INFOALLEN – Mail: noticias@infoallen.com.ar
Tags
SOCIEDAD