El fútbol cambia cuando este Independiente de Vaccari versión 2025 logra juntar pases y generar conexiones hacia adelante. Si va por la derecha, con Luciano Cabral, Lautaro Millán y Felipe Loyola. Si va por la izquierda, con el propio Cabral haciendo de eje, la subida de Alvaro Angulo y Santiago Montiel. Cuando el Diablo se enciende, la pelota rueda rápido, siempre llega a un pie amigo y hay olor a gol.
El problema para Independiente es cuando enfrente se le planta un equipo ordenado, que le cierra bien los espacios y le juega al error o a una contra veloz.
Ahí se le complica al Rojo. Por eso le costó contra Independiente Rivadavia, que acomodó bien a sus hombres en cada sector del verde campo bañado de sol en la tarde dominguera y buscó cada vez que pudo a su velocista Sebastián Villa, una suerte de Mbappé colombiano que cuando dispone de terreno libre por recorrer puede ser muy peligroso.
El local casi cae en su propia trampa, la de salir jugando. Un error no forzado de Sebastián Valdéz desembocó en un balazo en el palo derecho de Rodrigo Rey disparado por Fabrizio Sartori. Fue la más clara de un primer tiempo que lo tuvo como actor dominante al dueño de casa, aunque sin llegar a quebrar el arco de un firme Ezequiel Centurión, que desactivó un par de remates (uno de Millán y otro de Montiel).
No se refugió en su área el conjunto de Alfredo Berti, pero fueron pocas las veces que pasó la mitad de la cancha en esa etapa inicial. Eso sí, cada vez que lo hizo, inquietó a una defensa roja que últimamente empezó a exhibir algunas grietas. Loyola, por caso, tuvo que ensayar un cierre salvador para cubrir la desnuda espalda de Federico Vera, de mejor ataque que defensa.
Los de Avellaneda se preocuparon por nunca dejarlo solo a Villa y en eso no fallaron. Jugó incómodo el ex Boca, que arrancó bien abierto por la izquierda pero luego fue cambiando de sectores en el ataque de la Lepra mendocina para tratar de encontrar el hueco por el cual colarse.
En la búsqueda del tesoro del gol, Vaccari cambió de lado a Montiel por Millán. El primero se acomodó mejor por la derecha, pero el segundo no se halló por la izquierda y por eso para el complemento el que entró en su lugar fue Diego Tarzia.
Centurión siguió sacando pelotas. Era el líder de la resistencia visitante. Porque ya en el segundo tiempo la superioridad roja fue notoria. Cabral le rompió las manos al arquero. Matías Giménez no logró ubicarse bien para el rebote. Y en la siguiente le dio desviado.
Estaba al caer. La gente, enardecida en las tribunas, lo percibía y por eso se paraba en las butacas en cada avance. Hasta que Montiel se elevó de espaldas y ejecutó una chilena demoledora. La pelota viajó por encima de Centurión, que esta vez no pudo hacer nada. Golazo.
Y no menos infernal fue el atajadón (otro más) que Centurión se mandó para evitar el segundo de Montiel, a quemarropa. Todo Independiente Rivadavia pidió un agarrón de Vera sobre Villa. ¿Penal? Pareció, de mínima, para revisar. El VAR no llamó.
El Diablo se cansó y la Lepra apretó. Rodrigo Rey salvó un cabezazo de Sartori en un final sin aliento. Y la fiesta fue toda roja.