Azul está revolucionada. En cada rincón de la ciudad se habla de Franco Mastantuono, la joya de River que deslumbra a todo el fútbol argentino y está en la mira de la Selección Mayor y los gigantes europeos. Y eso que está localidad, ubicada a poco más de 300 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, ya sabe lo que es ser cuna de grandes.
Todavía se recuerdan los paseos en autobomba para recibir al ex futbolista y hoy DT Matías Almeyda y al tenista y prócer de la Copa Davis Federico Del Bonis. Pero lo de este talentoso zurdo de 17 años causa una profunda admiración y un gran asombro a la vez. Tan grande es la conmoción que genera que hasta a los hinchas de Boca de esta tierra de 75 mil habitantes hizo emocionar con su golazo de tiro libre en el Superclásico.
La vida de Mastantuono, a los 17 años, va a un ritmo frenético que contrasta con el de Azul. Casi que no hay lugar para las siestas para un adolescente que se reparte entre la Primera de River y sus estudios del último año del Secundario en el Instituto del club y la sensación de un futuro promisorio que está cada vez más cerca de convertirse en presente continuo.
Pero cuando Franco vuelve a su tierra sigue siendo Franco y se mueve con la misma naturalidad que lo
hacía cuando todavía era un nene que al mismo tiempo descollaba jugando al tenis y al fútbol. “¿Vos sos consciente de que en tu auto llevabas a Buenos Aires a una mina de oro”? Cristina, recepcionista del Inmaculada Concepción, la escuela de Franco, cuenta que le hacía esa pregunta a Nicolás, su hijo, que, casualmente es uno de los profes que trabaja con el plantel profesional del Millonario y que a veces llevaba al crédito local a Buenos Aires cuando ya estaba en las Inferiores de River.
Antes de ir en búsqueda de ese sueño pintado de rojo y blanco como su corazón, hubo un camino, que arrancó de muy chiquito. A la par que empezaba la escolarización, a los 3 años, en el Nivel Inicial (cuya directora es su madrina) del Inmaculada Concepción, donde hizo todo el Primario y hasta el primer año de Secundaria, el pequeño Franquito comenzaba a patear la pelota en la Escuelita de fútbol de River de Azul, donde sería dirigido por su papá, Cristian, que la comandaba.
Franco nació en el seno de una familia muy futbolera, ya que su padre fue goleador de River de Azul y sus tres tíos también vistieron esa camiseta. Ahí estaban los genes de su talento innato. A su vez, tiene un primo voleibolista, con una extensa trayectoria en la Liga A1 y otro que fue futbolista y llegó a la cuarta división de Estudiantes de La Plata. Por el lado de materno también hacían deporte, aunque no competitivo.
Es que en la casa de los Mastantuono se considera al deporte como parte de la formación de los chicos.
Así lo entienden papá Cristian (50), instructor nacional de fútbol y mamá Sofía Bruno (47), licenciada en Sociología, docente universitaria y trabajadora del INTA. De hecho, sus otros dos hijos también son deportistas. Lucila (20), la mayor, –está estudiando en Buenos Aires- juega al hockey y Valentín, el menor (15) –está en cuarto año del Secundario-, al fútbol en River de Azul.
Sí, los Mastantuono están identificados con el River azuleño. Ahí, entre los seis y siete años, Franco empezó su camino en cancha de 11. “Acá era Franco y diez más”, resume Daniel Echeverry, ex presidente y actual dirigente de River de Azul, que se metió en el cajón de los recuerdos y, emocionado, expresa: “Lo conozco a Franco de chiquito. Siempre buscaba la falta cerca del área para pegarle a los tiros libres. No fue casual el que le hizo a Boca. Y después agarraba la pelota desde el arco propio y llegaba hasta el otro gambeteando a todos y hacía el gol. Un distinto. Tiene un don natural”.
Emiliano Bustamante, uno de los profes que tuvo en Cemento Armado, agrega: “Adentro de la cancha no daba una por perdida y lo mismo que hace ahora ya lo hacía acá”. Cemento Armado fue el otro club de Azul en el que jugó Mastantuono. Fue un solo año, en 2019, cuando pasó de las 11 a las 12 velitas. “Yo tramité el pase a préstamo”, rememora Armando Brancatelli, secretario de esa institución en la que también jugó el Pelado Almeyda.
Y la descripción del hombre que asegura haberse puesto contento igual por el gol del domingo pasado a pesar de ser hincha de Boca, no deja dudas y coincide con la de Echeverri: “Era Franco y diez más. La diferencia era abismal en la cancha con el resto. Tenía condiciones sobrenaturales”. Incluso va más allá y arriesga: “Puede ser el próximo Messi”.En Cemento Armado, Franco jugó con chicos de una y dos categorías más grandes (2005 y 2006) y ayudó a la novena división a ser campeona. “Era una locura jugar con él porque siendo tan chico sacaba una ventaja bárbara parecía más grande que nosotros”, asegura Nahuel Frontalini, uno de sus ex compañeros.
“Era darle la pelota en mitad de cancha y que resuelva. Era un poco morfón pero ¡qué importaba! Si hacía los goles y festejábamos todos”, añade Martín Zárate, otro chico que jugó con él. “Jugaba con nosotros y mirá con los monstruos con los que juega ahora”, dicen al unísono, sorprendidos. Y coinciden en que “está dotado para hacer una carrera messiánica”.
Cuando Mastantuono jugaba en Cemento Armado, River ya había aparecido en su vida. De hecho, al final de ese año, debutó con la banda roja para el equipo de la Liga Metropolitana de su categoría y también gritó campeón. Luego, disputa un torneo en Ayacucho en febrero, en el que anda muy bien y el técnico solicita ficharlo en AFA. Tenía que dejar Azul, pero con sus padres habían acordado que se quedaría un año más y recién iría con edad de Novena División a Buenos Aires. Un mes después llega la pandemia del coronavirus. Y siguió entrenando en el patio de su casa, con River y también con Cemento Armado.
River había desembarcado en 2017 en Azul. El captador Mariano Tedesco fue quien lo vio y le pasó su nombre a Daniel Brizuela, que era el director del área. A los dos meses fue a hacer otra prueba al Monumental, en la cancha auxiliar de césped sintético. Y después le pidieron de un día para otro ir a jugar un torneo a una ciudad cercana. Pero había compromisos que atender entre el estudio y el tenis y no pudo ir.
Dos años después, River volvió a hacer una prueba. Fue en la cancha de Cemento Armado, con los mejores jugadores infantiles de Azul. “Nos pidieron que les marcáramos los tres o cuatro que mejor andaban y les mencionamos a Franco entre ellos”, cuenta Joaquín Rusito Bertuzzi, profe que lo tuvo ahí. Y siguió: “Cuando la pelota se iba afuera, le daban otra y le decían encaralos a todos y terminala vos. Lo hicieron dos veces, y Franco agarró la pelota en la mitad de la cancha, gambeteó a tres o cuatro y definió. Hizo dos golazos”.
A mediados de 2021, cuando la pandemia empezó a ceder lentamente, habilitaron la pensión y en ese momento, Franco se instaló en River. Al principio le costó por el desarraigo. Cada vez que se sentía mal, sus padres agarraban el auto e iban a verlo. Un año después, en la Octava división, con Martín Pellegrino de entrenador, le dieron la cinta de capitán, tomó la responsabilidad y despegó. Y en poco tiempo confirmó que tiene un futuro promisorio y sin techo…
El Mastantuono tenista, otro crack
A la par del fútbol, Mastantuono jugaba al tenis. Lo hacía desde los 6 años en el club de Remo de Azul. Y le gustaba mucho. Durante la Primaria, iba a la escuela a la mañana, almorzaba, agarraba la raqueta, entrenaba, terminaba y se iba a la otra práctica, con la pelota número cinco. En el medio, tomaba la leche. Y a veces hasta caía con los elementos tenísticos en el club de fútbol.
“De Franco me acuerdo sus primeras clases, que venía con la camiseta de River, y nos llamó la atención la avidez por aprender. Era una esponja, le decíamos algo y absorbía enseguida e intentaba hacerlo hasta que le salía. Aprendía a un ritmo muy acelerado”, destaca Esteban Leiva, uno de los profesores de tenis de Mastantuono.
Y agrega: “Era un chico bastante competitivo y eso se fue incrementando a medida que fue avanzando. Después que salió de escuelita, pasó a lo que era iniciación y precompetición. Y después empezó a jugar con chicos Sub-10 y competir con ellos. Y después con los Sub-12”. También confirmó que no era mito que estaba entre los mejores rankeados, sino una realidad. “Basta con remitirse a los rankings de esa época”, señaló. Y eso lo logró gracias a sus mejores golpes que eran, según relata Leiva, “en los saques, el revés y el drive”. Y, además, “se manejaba muy bien tácticamente”.
“Franquito tenía todas las características de un muy buen jugador: era trabajador, aguerrido, disfrutaba de la actividad, tenía talento coordinativo y era muy competitivo”, completa el formador de Mastantuono en el tenis, Ignacio Poblet, quien aún se lamenta por la decisión de Franco porque “tenía un gran futuro en este deporte y yo una esperanza depositada en él. Buscábamos repetir un (Federico) Del Bonis, pero salió un Mastantuono del fútbol”.
Federico Del Bonis fue un tenista muy destacado y clave en la historia del deporte nacional. Le dio a la Argentina el punto definitivo en la final de la Copa Davis ante Croacia en 2016 para que el país ganara la única Ensaladera de Plata que tiene hasta el momento.
“Franco es un chico sano y a mí me genera mucha felicidad que un chico azuleño pueda estar en la primera plana y con grandes objetivos de cara al futuro”, expresa Delbo al recibir a Clarín en su casa. Y agrega: “Me acuerdo que cuando jugaba al tenis me mandaron un video y me llamó mucho la atención la derecha que tenía”. Más allá que por una cuestión generacional no tiene contacto directo con él, aunque sí con su entorno, “no creo que hubiera podido influir en su decisión porque es algo muy personal”, afirma.
“Tratamos de ir llevándolo para el tenis, pero siempre le tiraron el fútbol y los colores de River”, explica al respecto Leiva, quien es hincha de Independiente, pero asegura que “últimamente miro más los de River”. Y Poblet, hincha de Boca al que le ganó más “el afecto que el hincha”, reforzó: “Yo ya la veía venir, me di cuenta que iba a dejar el tenis el día que nos dijo que iba a hacer una prueba en River. Y sabía que iba a quedar”.
Cuando River apareció en la vida de Franco, no solo surgió la obnubilación por ponerse la camiseta que ama, o de hacer lo que más le apasionaba que era y sigue siendo el fútbol, sino también la alta competencia con la número cinco. Es que lo que más le gustaba del tenis era la competitividad que le daban los torneos nacionales. Justamente lo que le faltaba en el fútbol de Azul, que –según admiten los protagonistas- es “muy amateur”.
El tenis lo vivía con otra adrenalina y queda explícito en una anécdota de Poblet: “Se le había puesto en la cabeza en un torneo que él tenía que ganar con un smash, que es como un remate de vóley, pero con la raqueta. Tenía 9 años y no podía cerrarlo, iba y le pegaba al alambre, hasta que se dio la situación y ganó con el smash. Cuando se propone algo lo logra”. Más allá de los desafíos que se ponía por delante aun siendo muy chico, Poblet define al Franquito de aquellos tiempos como “un desborde de alegría”, sobre todo en los viajes, a los que muchas veces iba acompañado de sus padres y hermanos, como un plan familiar.
Los viajes con el tenis los disfrutaba mucho, aunque uno de los mejores lo hizo con el fútbol. Con Cemento Armado fue al tradicional torneo marplatense de verano, y vivió un momento muy lindo con sus compañeros. “Él era un poco tímido pero una vez que arrancábamos todos se prendía rápido. Ese viaje nos la pasamos cantando en el micro y allá en el hotel también. Nos decían que nos fuéramos a dormir a las 12 de la noche, pero nos quedábamos hasta más tarde rapeando. Le gustaba rapear a Franco”, rememora Martín Zárate, ex compañero. Y si de música se habla también le encanta el rock nacional. Es fan de Las Pastillas del Abuelo.
Los Mastantuono de la calle Colón
Franco Mastantuno nació el 14 de agosto de 2007 y su historia comenzó en la casa de la calle Colón, donde creció y en ese barrio aún recuerdan cuando iba a comprar de la mano de su papá o de su mamá al almacén de la otra cuadra. “Era un rusito muy bonito muy lindo y se la pasaba jugando a la pelota en el patio. No lo veía tanto porque entre la escuela y que hacía mucho deporte, no pasaba demasiado tiempo en la casa”, reconstruye Gabriela Lagreca, vecina de los Mastantuono, a quienes conocía bien porque fue compañera de escuela del padre de Franco.
El pequeño Mastan jugaba mucho con la pelota (la primera se la regalaron sus padres) y no agarraba los juguetes convencionales. Nada de autitos o muñequitos. Cuentan que de chiquito era muy inquieto, imparable, a tal punto que la mamá tenía miedo de que la llamaran a cada rato de la escuela por problemas de conducta, pero el primer llamado importante fue para avisarle que era abanderado. En la escuela tenía buenas notas por ser muy inteligente, más allá que a veces le escapaba al estudio. En general, no tenía inconvenientes. Ni siquiera en los idiomas. “Era muy bueno en inglés, como todos los Mastantuono. Con ellos, ningún problema”, asegura en la entrada del Inmaculada Concepción la teacher que Franco tuvo allí.
A los 8 años, Franquito sorprendió a todos y se hizo un canal de Youtube. Se filmaba jugando a la pelota, subía videos del tenis y también jugaba Fut Draft (una especie de PC Fútbol moderno) de FIFA. En la Play elegía a Barcelona, pero para jugar con Lionel Messi, su ídolo, a quien conoció en el predio de AFA en Ezeiza. Ahora, los chicos y las chicas de Azul, además de la camiseta de Leo, también se ponen la de Mastantuono.
Cada vez que puede, el nuevo ídolo de Azul vuelve a su tierra natal. Se refugia en su nido, donde aprovecha para ser mimado y comer asado, su comida preferida. Es familiero y amiguero. Ve a sus amigos, aunque a la mayoría los tiene cerca ya que estudian en Buenos Aires. Algunos son más grandes ya que generalmente se rodeaba de pibes mayores que él. Va a cada uno de los lugares que recorrió cuando era chico y saluda a todo el mundo. Lo hace con naturalidad. Como así también participa de actividades solidarias como el partido a beneficio que se hizo el año pasado para el hospital de Niños.
También se pega una vuelta por cada uno de los clubes que jugó, tanto al fútbol como al tenis.
La vida le cambió de un momento a otro. Y él siente que solo juega al fútbol. Pero la fama está ahí y ya empezó a latir. Por caso, en Manolete, una histórica cafetería ubicada enfrente a la plaza principal de Azul, donde se arma una especie de mesa de los galanes, la joya de River es el foco de atención. En un bar en el que se puede llegar a tocar diferentes temas, desde la pelea de Milei con los periodistas, al precio del dólar, las retenciones al campo, las cosechas, cualquier partido de fútbol, o simplemente bromear entre sí, por estos días no se habla de otra cosa que de Franco Mastantuono, ese chico prodigio que es orgullo de un pueblo que está revolucionado.